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The Creeping Flesh


 

 

Christopher Lee, Peter Cushing, Freddie Francis. Pero también la Inglaterra de finales del siglo XIX, la elegancia de las escenas y un ligero erotismo. Sí, lo sé, estás pensando que es una película Hammer en toda regla. Pero no. Tigon, que también era especializada en el terror, apunta sin hipocresía a todo el estilo de la antagonista Hammer, tanto que muchos siguen pensando que es su producto. Y para bien o para mal, el volcánico propietario de la empresa, Tony Tenser (que deja la empresa tras el estreno de esta película), consigue su propósito.

"The Creeping Flesh" es una interesante película de terror, sostenida por la conocida pareja de actores, pero también por una historia convincente, una narración que mezcla hábilmente flash backs y el presente, y un final (que no desvelaré) muy peculiar. 
El problema, sin embargo, es que la película del experimentado y bien recibido Freddie Francis, se desarrolla de forma desigual, especialmente en la parte central, donde se pierde en el intento de añadir elementos a la historia básica. Afortunadamente, hay un buen final.

La película comienza con Peter Cushing recibiendo a un joven médico en su laboratorio. Un colaborador que necesita para terminar un estudio importante. Con un flash back descubrimos que el profesor Emmanuel Hildern (Peter Cushing) en 1894 durante una expedición a Nueva Guinea encuentra un esqueleto humano de enormes proporciones. Algo que podría hacerle ganar el prestigioso Premio Richter. De vuelta a casa, recibe la noticia de la muerte de su esposa, que lleva años ingresada en una institución psiquiátrica, dirigida por James Hildern (Christopher Lee), hermano de Emmanuel, que pretende presentar un estudio sobre la mujer que podría (espera) hacerle ganar el premio Richter.

Mientras tanto, Emmanuel descubre accidentalmente que el agua puede regenerar la carne del esqueleto, devolviéndole la vida. Estudios posteriores no solo conducen a la antigua existencia de gigantescos malvados, sino que también llevan al hombre a trabajar en las células del dedo del esqueleto regenerado y a sintetizar un suero que parece dar excelentes resultados contra este mal. Aparentemente. Y el suero, que el profesor también administra a su hija, que descubre la trágica muerte de su madre, precipita los acontecimientos y el dualismo entre los dos hermanos. Es decir, si es que son hermanos.

Lee y Cushing realizan la tarea de forma impecable, como siempre. O mejor dicho, siempre de la misma manera, respetando sus máscaras en todos los sentidos. Una certeza.
Al final, ellos dos, que eclipsan la actuación de Lorna Heilbron, se bastan para salvar una película que no aprovecha del todo su potencial.