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La pechugona, el criado y el marqués

Enzo Cannavale y Bombolo, una compañía premiada, a la cabeza de un selecto grupo de actores de carácter y con la bella Licinia Lentini, que nunca tuvo nada que envidiar a nombres más conocidos.
Un grupo de "rebeldes", de actores de carácter y actores secundarios, en la tercera y última película de 1982 de Alessandro Metz, que en conjunto no es memorable, pero tampoco imposible de ver, teniendo en cuenta el año de estreno y los intérpretes.
Por cierto, encontramos a: Gianni Ciardo, Sandro Ghiani, Ennio Antonelli y Tognella, el Lombardo visto en tantas películas. Se preguntarán, pero ¿y Jimmy el Fenomenal? Está ahí, está ahí, no se preocupen.

Como decía, Cannavale y Bombolo van a por bromas desde la primera escena, a veces reciclando viejos chistes y viajando peligrosamente al borde del chiste-película en boga en aquellos años. Pero de vez en cuando aciertan y si no hay que reírse a carcajadas, que nunca se escapa, se puede apreciar la situación cómica.
Como se dijo, Licinia Lentini es la protagonista femenina y con ella están Xiomara Gonzales, menos que un meteoro, y Carolina Palermo para formar una batería femenina que se luce, se da el gusto y no es mal.
Luego el conjunto va in crescendo de ritmo en una segunda mitad, carente de argumento sensato, pero llena de gags y tetas. No es memorable, repito otra vez, pero uno ha visto cosas peores en esos años. Mucho peores.

Enzo Cannavale es Michele, un estafador que con sus socios intenta vender el Vaticano a dos árabes, sin conseguirlo. Luego intenta vender a una rica heredera americana (Lentini) la villa de un conde (Ciardo), que el astuto Michele okupa cuando el dueño está ausente.
Entre criadas, ayudantes, cocineros y demás, todos se instalan en la villa, y mientras Michele intenta cerrar el trato y meterse en la cama con la mujer (Cannavale, todo hay que decirlo, carece de la malicia de Montagnani y Banfi), el conde regresa y estropea todos los planes. Pero al final, ni siquiera la heredera es quien dice ser.